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"Understanding the Brain: The Birth of a Learning Science", 2007, page 74
El Disturbios del Sueño y el Aprendizaje
Los disturbios en el sueño de la infancia han sido asociados a numerosos desordenes somáticos, enfermedades neurológicas; y disturbios emocionales y del comportamiento. Como la hiperactividad, así como también con las dificultades para el aprendizaje (Ferber y Kryger, 1995).
Los disturbios en el sueño son altamente prevalentes y persistentes; se encuentran entre las quejas más comunes a lo largo de la infancia: estudios epidemiológicos han demostrado que un tercio de todos los niños sufren problemas del sueño (Simonds y Parraga, 1984; Kahn y colaboradores, 1989; Blader y colaboradores, 1997; Rona, Gulliford y Chinn, 1998). Una encuesta en Pediátras Clínicos sugiere que los disturbios del sueño es la quinta principal preocupación de los padres (siguiendo a las enfermedades, disturbios alimenticios, problemas del comportamiento y anormalidades físicas; Mindell y colaboradores, 1994).
Aunque son comunes los disturbios del sueño en todas las edades (Wiggs y Stores, 2001), existen también patrones de acuerdo a cada edad específica, como los cambios que se producen en la adolescencia. Un cuestionario basado en una encuesta sobre los hábitos de sueño en 25 000 personas entre los 10 y 90 años muestra que los niños son típicamente personas que se acuestan temprano, pero el inicio del sueño progresivamente se atrasa cuando ellos ingresan en la adolescencia, alcanzando su punto máximo a los 20 años, que es la edad cuando la curva comienza a declinar (Abbott, 2005).
Generalmente, los individuos se acuestan cada vez más tarde durante la pubertad, si bien no existen cambios en la duración total en las horas del sueño, sugiriendo que la necesidad biológica del sueño no disminuye durante la adolescencia (Carskadon y colaboradores, 1980).
Algunos estudios tentativamente sugieren que la privación del sueño y los problemas en el sueño están relacionados con pobre rendimiento académico: mientras la persona duerma menos horas su rendimiento académico será menor (Wolfson y Carskadon, 1998).
Como muchos niños sufren de privación crónica del sueño, existe una real y muy importante preocupación acerca de sus potenciales efectos dañinos en el desarrollo del cerebro. Mientras los estudios de privación del sueño en niños son raros por razones éticas, esto fuerza a que se realicen mayores investigaciones sobre las consecuencias cognitivas de la privación del sueño.
Los disturbios en el sueño son altamente prevalentes y persistentes; se encuentran entre las quejas más comunes a lo largo de la infancia: estudios epidemiológicos han demostrado que un tercio de todos los niños sufren problemas del sueño (Simonds y Parraga, 1984; Kahn y colaboradores, 1989; Blader y colaboradores, 1997; Rona, Gulliford y Chinn, 1998). Una encuesta en Pediátras Clínicos sugiere que los disturbios del sueño es la quinta principal preocupación de los padres (siguiendo a las enfermedades, disturbios alimenticios, problemas del comportamiento y anormalidades físicas; Mindell y colaboradores, 1994).
Aunque son comunes los disturbios del sueño en todas las edades (Wiggs y Stores, 2001), existen también patrones de acuerdo a cada edad específica, como los cambios que se producen en la adolescencia. Un cuestionario basado en una encuesta sobre los hábitos de sueño en 25 000 personas entre los 10 y 90 años muestra que los niños son típicamente personas que se acuestan temprano, pero el inicio del sueño progresivamente se atrasa cuando ellos ingresan en la adolescencia, alcanzando su punto máximo a los 20 años, que es la edad cuando la curva comienza a declinar (Abbott, 2005).
Generalmente, los individuos se acuestan cada vez más tarde durante la pubertad, si bien no existen cambios en la duración total en las horas del sueño, sugiriendo que la necesidad biológica del sueño no disminuye durante la adolescencia (Carskadon y colaboradores, 1980).
Algunos estudios tentativamente sugieren que la privación del sueño y los problemas en el sueño están relacionados con pobre rendimiento académico: mientras la persona duerma menos horas su rendimiento académico será menor (Wolfson y Carskadon, 1998).
Como muchos niños sufren de privación crónica del sueño, existe una real y muy importante preocupación acerca de sus potenciales efectos dañinos en el desarrollo del cerebro. Mientras los estudios de privación del sueño en niños son raros por razones éticas, esto fuerza a que se realicen mayores investigaciones sobre las consecuencias cognitivas de la privación del sueño.
"Understanding the Brain: The Birth of a Learning Science", 2007, page 74